Definitivamente mi vida se ha convertido en un pozo ciego: Sábado a la noche sin nada para estudiar para la semana que viene, comiendo empanadas frente a la compu y escuchando el unplugged de Chris Cornell, crotamente vestida. Asco de vida. Es lo que hay.
29 de junio de 2013
4 de junio de 2013
Son estos los momentos en que digo “mamá tiene razón, nunca
sirve guardarse las cosas”. Pero no me lo creo. No me convenzo. Sigo en mi
espiral hacia adentro, ahogándome todos los días, martirizándome, nadando en
mis propias lágrimas por no saber hablar; ni a vos, ni a nadie. Me guardo los
pensamientos para mí, para no preocuparlos, para no entrometerlos, para no
cargarlos de mis problemas, porque creo que no lo merecen. Simplemente merecen
mi mejor parte, una sonrisa, un abrazo, una ayuda, un consejo, un oído, siempre
lo mejor, pero no lo peor de mí. No me creo capaz de soportar verlos sufrir por
llenarlos de mi negatividad, decepcionarlos (qué palabra tan pesada, decepción).
Que me crean fuerte, y se den cuenta que en verdad no lo soy, soy más frágil
que un cristal. Eso me dolería. Que sepan mis secretos más profundos, mis
dolores, que todas las noches lloró porque no lo tengo cerca. Que esta
situación es peor a que se haya muerto
porque es posible, pero a la vez no. Porque te cierra puertas que sabés que
algo esconden detrás, que te imposibilitan
Pero no importa cuántas veces lo escuchen mis oídos, no
importa cuántas veces lo griten sus gargantas, creo que no hay manera de
hacerme entender eso. Hay cosas que jamás voy a poder decir, porque en mi
cabeza tienen mucho más sentido que cuando lo transformo en palabras, destino
de mis pensamientos que creo que no los manifiesta como en verdad son. Lo que
pueda llegar a decir jamás se va a siquiera acercar a todo lo que pienso, a
todo lo que siento, lo que relaciono. Por eso me parece vano hablar, porque no
me lleva a ningún puerto. Prefiero estar sola, aunque sé que no es lo que
quieren para mí. Pero creo que aquí no hay nada que solucionar, sino simplemente
dejar que pase el tiempo y que duela menos, y tratar de vivir con este inmenso
dolor.
Lo que más me importa ahora es que te extraño. No me refiero
a que te quiero conmigo, sino a que no te entraño. Te extraño, te saco, te
elimino, te expulso, te quiero fuera de mi vida, lejos, lo más lejos posible. Y
no sólo ahora, para siempre, lejos, muy muy lejos. Eternamente lejos, no quiero
que te acerques, porque sé que voy a darte la espalda otra vez. No quiero que
leas esto tampoco porque eso haría que dejes de buscarme, y en este momento
necesito saber que me estás buscando para sentir amor, para sentir que me
querés, aunque sé que eso no es así. Te odio tanto, con lo más profundo de mi
ser, me hacés llorar cada noche creyendo que sos importante, que te necesito,
que necesito tu figura en mi vida, pero no es así. Solamente quisiera que todo
hubiera sido distinto para poder ser un poco más feliz y para haber podido
tomar mejores decisiones. Me quitás el hambre, el sueño, la alegría, la
energía: todo eso que necesito continuamente
para estar bien, todo lo que siempre necesité para sonreír cada mañana.
Ya ni siquiera siento el sabor de la comida de mamá por tener la nariz tapada
por llorar. Sinceramente, me gustaría que algún día leas esto, si llego a
morirme mañana, porque son cosas que jamás pude ni voy a poder decirte en la
cara, ¿y sabés por qué? Porque te tengo un indescriptible MIEDO. Sos como miles
de payasitos del juego del miedo que me acechan de día, de noche, con lluvia,
con sol, con nubes, cuando estoy de lo
más feliz, cuando estoy de lo más triste: sos el fantasma de mi vida.
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