Ir mirando, perspicaces. Eso necesitamos.
Caminando por la calle veo que me es imposible pisar una baldosa de lleno. Sí, seré una traumada de mierda, pero necesito pisar entre sus líneas. Cuando son más grandes, agrando los pasos, y cuando son más chicas, intento que coincidan con mi paso normal, a veces tambaleándome de un lado a otro de la vereda, quizás teniendo que chocar a quien viene de frente o quien camina a mi lado. Pero no me importa, porque yo quiero pisar entre ellas. ¡Me perturban tanto los suelos lisos de cemento! ¿Por qué debería yo pisar una sola placa? ¿Para sentir la inseguridad a flor de piel? ¿O me lo hacen a propósito? Digo, no creo ser la única enferma que demuestre en sus hechos cotidianos lo que aprendió de los errores de los demás, ni la única que necesite manifestar sus miedos, o que no los pueda ocultar.
Parecerá muy estúpido, pero es irritante tener que estar tan alerta. Ahora resulta que no puedo andar por la calle despreocupada porque se me acercan estas indecisiones. ¿Qué hago? ¿Finjo estar pisando firme sobre sólo una de ellas, tapándome los ojos, mirando al cielo o hacia delante, para no ver lo que estoy haciendo? ¿O miro las baldosas con ojos fervorosos y las desafío a tener más equilibrio que el que pueden proporcionarme?
Todo esto se debe a que aprendí con los pocos años que llevo sobre esta inmensa y admirable masa que solemos llamar Tierra, que para tener un terreno más firme, no hay que confiar nuestras ener
gías en una sola persona, porque si esa persona nos falla, estamos fritos, nuestro mundo, el que creíamos eterno, se hace pedazos; y esos pedazos, por más que se reconstruyan, nunca vuelven a hacer el entero, porque alguna pieza siempre queda debajo de la alfombra. Y no hay que pisar una sola baldosa, las juntas incluyen a dos, tres o hasta cuatro de ellas, de manera que si una quiere absorbernos, tenemos otros puntos de apoyo, y así hay menos posibilidades de caer. Aunque están, siempre están, pero en menor medida, para que podamos saltar y correr por lo menos.
Pero en verdad, vuelvo a lo mismo, me molestan las placas de cemento, al igual que las calles sin brea. ¿A quién se le ocurre una calle con líneas de brea tan separadas? ¿Y los edificios? ¿Quién los inventó? ¿Debo odiar a mi padre por estar de alguna manera apoyando ese tipo de construcciones siendo arquitecto o viviendo en uno de ellos? No sé si es para tanto, pero me perturban bastante. Porque pareciera que fuera a propósito, justo los vienen a poner en donde me tapan la luna. Y para verla deslumbrar, para verla rodar tengo que esquivarlos. Si me dijeras que esquivo árboles, todo bien, pero ¡¿edificios!? Como si tuvieran prioridad, ¿o acaso no entienden que ella llegó antes y tiene derecho de piso? Pero todo eso es el sistema en el que vivo y con el que convivo todos los días, lamentablemente. Debo andar esquivando las voluntades de las masas, al igual que las baldosas y las placas de cemento. Realmente me fastidia y perturba.
Y nunca falta alguna piedrita que nos complica la existencia posándose donde uno necesita poner el pie para no caer. Si las juntas siguen huyendo de mí, creo que debería empezar a ocuparme de caminar sin importante, sin ser presa de mis miedos y mis disconformidades con los arquitectos municipales; como si de verdad sintiera esa libertad en mis pies.
Recuerdo cuando te absorbían las baldosas, en ambos sentidos. Viva esa locura y el divague de hacer cada camino diferente, al contrario de lo que quieren de nosotros. Será que es necesario no aferrarse a nada, solo a vos, a lo que sos, a lo que das, el resto no importa. Se libre de hacer lo que quieras, no te amoldes a lo que dicen, a lo que quieren de nosotros, esos que están sentados planeando nuestra muerte paso a paso.
ResponderEliminarLucha por tu libertad, que es lo único que realmente tenemos, junto con nuestra vida; a menos que se la dejemos (como muchos hacen) a esos hombres de arriba.
Cuando son chiquitas probá pisando de a dos,
ResponderEliminarsi una te falla tenés la otra para no sentirte sola.
a mi me ayudó :)